Phineas Walsh tiene nueve años y no logra entender a los humanos pese a sus detallados conocimientos sobre el comportamiento animal. Lo que más le gusta en el mundo es ver el Canal Verde, para poder aprenderlo todo sobre los animales y los problemas ecológicos a los que se enfrenta el planeta. De mayor quiere ser capaz de salvar al menos una especie en peligro de extinción. Pero las cosas no se están poniendo precisamente fáciles para el bueno de Phin: sus padres se están divorciando, su abuelo ha muerto, Lyle, el acosador del cole, le hace la vida imposible y a la señorita Wardman no se le ha ocurrido nada más bárbaro que comprar una rana arborícora de White como mascota de la clase. Phin no entiende por qué sus padres no se reconcilian, cuando todos los primates lo suelen hacer después de una pelea, ni por qué su madre no le escucha cuando le dice que no quiere comer nada que tenga aceite de palma (Phin sabe que para cosechar ese aceite están acabando con el hábitat de los orangutanes) ¿Por qué todos los que le rodean parecen vivir ajenos al terrible drama de la destrucción del planeta? ¿Es que a nadie le importa que entre el 30% y el 99% de individuos cada de una de las especies esté en serio peligro de extinción? Cuando la obsesión de Phin por el sufrimiento de los animales llegue a cotas obsesivas (su abuela le dice que padece de eco-ansiedad), la relación con sus padres se complique y su cerebro empiece a dolerle, cuando todo parezca al borde del desastre, sólo el extraordinario amor de su madre y su propio ingenio y capacidad para no rendirse nunca conseguirán salvarle de sus noches de insomnio.
Mi familia y otras especies en extinción es el primer libro de Carla Gunn, una profesora de psicología en la Universidad de New Brunswich, en Canadá. Es una historia divertida y llena de ternura sobre un niño hipersensible a las atrocidades que los humanos infligen a los animales y su búsqueda de un lugar dónde encajar, precisamente, en esa especie capaz de semejante barbarie. La nota de tristeza de la historia radica en que Phineas, pese a su exagerada angustia, tiene razón. Por eso, las discusiones con su madre son tan complicadas ¿Cómo rebates los argumentos de Phin cuando te dice que la única manera 100% efectiva de salvar el ecosistema planetario sería con la desaparición de las personas?
El mayor encanto de este libro radica en su narrador, Phineas Walsh. La autora cede la voz narradora al pequeño Phin de manera que el lector se asoma al mundo a través de su mirada inocente, perpleja e inteligente. El resultado es una historia fresca, divertida, distinta, llena de confusión pero también de ternura y de esperanza. Pese a la distancia emocional y de edad, al lector no le cuesta entender al protagonista y comprender su angustia y su insomnio (que sólo remite durmiendo junto a mamá), incluso su posición frente a la de sus padres y a las de sus maestras. Se trata, sin duda, de una historia entrañable, escrita con mucho encanto y un profundo conocimiento del pensamiento infantil. Una búsqueda de un lugar en el mundo, una constatación de que no estamos solos en nuestras batallas por el planeta, una hermosa historia de amor de una madre a la que su hijo le enseñará a mirar con otros ojos.
Entre las muchas singulares situaciones (divertidas o emotivas), como la absurdidad de algunos de los ejercicios escolares, las respuestas de la maestra, o el acoso de Lyle al que nadie pone solución, destaca, entre otras, la terapia de Phin con el doctor Barrett. Como cada vez que Phin no puede dormir porque está muy preocupado por los animales se va a la cama de su madre, el psicólogo le propone que por cada noche que pase entera en su propia cama, su madre le dará un dólar como premio a la mañana siguiente. Aunque lo intenta, Phin se desvela por la situación de la pobre rana Mimos (la mascota de clase) que está lejos de su hábitat y sus congéneres:
La novela de Carla Gunn ha catapultado a su autora al éxito en su país natal, Canadá, y poco a poco se abre camino en otros países. Aunque la editorial Noguer, responsable de la publicación en España, lo aconseja a partir de catorce años, creemos que quizá un público más infantil y también más adulto conectarán con Phin con igual o más facilidad. Mi familia y otras especies en extinción no se parece en nada a otros lanzamientos de juvenil, y marca una línea editorial muy atractiva que ya hizo camino con No somos los únicos que llevamos este estúpido apellido.
Una confesión es la puerta de entrada para acceder a los recuerdos de Clarice. Estamos en Río de Janeiro, el mar se escucha a lo lejos y nos anuncia que el viaje está por comenzar.
Clarice Lispector escribió "La mujer que mató a los peces" para explicar a su hijo Paulo algo que sucedió sin querer y que tiene que ver con dos pececitos rojos que él le había encargado que cuidara mientras se iba de viaje. Con una exquisita mezcla de humor e ironía, la autora narra aventuras sorprendentes y cotidianas con lagartijas, gatos, perros, conejos, micos, patos y periquitos. Además habla de sentimientos complejos y habituales que raras veces se abordan en los cuentos.
Una crítica a la relación egoísta del ser humano con el reino animal es el tema de este proyecto escénico
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